Futurismo

El futurismo surgió en 1909, liderado por el poeta italiano radical Filippo Tommaso Marinetti. Este movimiento vanguardista ansiaba plasmar un arte en sintonía con la era tecnológica moderna. Marinetti atribuía a la tecnología un poder absoluto y entonaba himnos nacionalistas en honor a la máquina y la velocidad. Su manifiesto, llamado Futurismo, apareció por primera vez en el periódico francés Le Figaro, promoviendo la demolición de museos y academias en pos de la metrópolis moderna. Para difundir sus ideas, organizaba veladas turísticas, donde la provocación calculada era el ingrediente principal.

En el rico contexto del futurismo, Enrico Prampolini redactó en 1914 el primer manifiesto sobre la arquitectura. Ese mismo año, el arquitecto y poeta Antonio Sant’Elia escribió su propio manifiesto titulado La arquitectura futurista. Sant’Elia consideraba que la arquitectura debía adoptar una metodología de diseño racional y distanciarse de las tradiciones.

Sant’Elia propuso la reconstrucción de los barrios marginales urbanos, reemplazándolos por grandes hoteles, estaciones, bulevares y gigantescos puertos. Para lograrlo, anticipó la aplicación de innovadores métodos de construcción y el uso de materiales industriales como el acero y el hormigón, con el fin de levantar estructuras ligeras. Sin embargo, ninguna de sus visionarias propuestas se materializó.

Mario Chiattone, quien colaboró con Sant’Elia en los diseños para una Città Nuova a partir de 1912, se desvinculó del movimiento tras el fallecimiento de Sant’Elia. Durante la dictadura fascista de Mussolini, los futuristas italianos, incluido Antonio Sant’Elia, lucharon por incrementar su influencia en la cultura pública mediante la organización de exposiciones. A pesar de sus esfuerzos, no lograron una participación significativa en la industria de la construcción.